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ISSN 1989-4163

NUMERO 68 - DICIEMBRE 2015

Modelos de Mujer (IV) - La Seductora

Mª Ángeles Cabré

 

Seductora fue Emma Bovary y lo fue también Anna Karenina, seductoras en tanto que enamoradas de alguien a quien le dio por intentar conquistar desplegando sus mejores artes. Y ya en la vida real seductora fue Mata Hari doblemente, aquella actriz, bailarina y espía capaz de seducir con la mirada, aunque al cabo usara algunas partes más de su anatomía. ¿Se seduce sólo para ligar? De ningún modo, aunque en muchos casos sea uno de sus objetivos últimos. La que nace seductora lo es a todas las horas del día o de la noche y casi con cualquiera, incluidos el guarda de seguridad de los grandes almacenes o la anciana que en la panadería le da la vez.

Se seduce para deslumbrar, para que caigan rendidos o rendidas, para que no se nos resistan, sí, pero también para que el mundo siga girando al mismo ritmo que queremos que gire y no al que imponen los demás. Se seduce para ser por un rato (a veces corto, a veces largo) el objeto de deseo de alguien, su fuego ardiente, su sol encendido y, por supuesto, el objeto también de sus desvelos; para ser lo que más le importa, aquel por quien daría un brazo o si hiciera falta los dos. Pero también para que el camarero nos atienda bien, para que la compañera de clase no nos incordie y para que en el avión nos den ventana o pasillo, a nuestra elección.

Hay gente que no tiene ni la más remota idea de seducir, que no sabría convencer a un ciego de que el mar es azul y mucho menos venderle a quien odia el pescado crudo que el sushi es una delicia que nadie se puede perder. En cambio hay algunos que tardan dos segundos en hacer subir a una montaña rusa a quien tiene un vértigo terrible o en convencer a un tímido para que se lance a la tarima de una discoteca en hora punta.  Entre los primeros y los segundos, los sosos y los magnéticos, me quedo por supuesto con los segundos, que a los primeros no les he visto la gracia jamás, aunque sean casi el 99% de todos los que han sido y serán.

Los seductores y las seductoras me divierten un montón, pues saben llevar a su terreno a quien haga falta y no se cansan de practicar ese tan fatigoso arte, aunque también jugoso, el de la seducción. Y de entre las muchas formas de la seducción, que incluyen el tiro descarado del anzuelo y la pesadez que roza el acoso sexual, mi seductora favorita es aquella que disimula pero acaba consiguiendo lo que quiere, la que no ostenta las armas de la seducción más que tímidamente y con paso firme pero pausado va acercándose a su meta sin que se le vea demasiado el plumero.

Estarán conmigo en que la seducción  macarra, la invasiva, la descarada, cansa una barbaridad, aunque quienes se sirven de ella a veces logren sus fines, muy a pesar de todos los demás y siempre por plastas. Ya decía Voltaire que no es lo mismo conquistar que seducir… Por el contrario, la seducción prudente, medida y calculada, pero no por eso fría, no deja de ser como un menú degustación que poco a poco nos va abriendo el paladar al inagotable mundo de los sabores, mientras un merengue engullido con prisas golosas en una parada de autobús sería todo lo contrario, por apetitoso que pueda resultar.

El arte de la conversación está asimismo muy unido al arte de la seducción. La conversación, con sus idas y venidas, sus repliegues y sus desvíos, sus atrevimientos y sus disimulos, es como un baile alrededor del cual se mueve la seductora, cual abeja reina en un panal de miel. Con la palabra se seduce como se seduce con la mirada, aunque a veces un silencio vale mucho más y toca callar. Es entonces cuando el rostro de la seductora, su silueta, sus gestos, aparece en todo su esplendor. Rodeada de un aura magnética, la seductora se traslada entonces a las antípodas de la sosez y brilla en todo su esplendor. Fascinante e hipnótica, no hay quien se le resista.

Ponga un seductor o una seductora en su vida y esta le parecerá mucho más entretenida, por no decir que aumentará considerablemente las posibilidades de que alguien le regale flores, Y las flores, quieras que no, alegran mucho la vida.

 

Seductora

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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